miércoles, 8 de septiembre de 2010

XIII.

Esta es la historia de dos hojas de Álamo que brotaron en el mismo segundo y con la asombrosa habilidad para hablar el idioma de los Populus. Desde su florecimiento conquistaron el vicio de criticar a los Geranios, por su categoría de arbustos y su baja autoestima vegetal (prefieren las macetas que el suelo húmedo). Coincidían en que el canto del Pinzón Cebra era ideal para las mañanas de excesivo rocío, y que el maullido de los gatos blancos funcionaba como analgésico para conseguir un sueño profundo. De vez en cuando pedían al viento que fuera más caprichoso y menos intermitente, así eran posibles las caricias y el goce del Álamo entero, porque el éxtasis de las hojas hacia centellear el blanco plateado de todas las demás, envolviendo al jardín en una etérea sinfonía. Otras veces suplicaban el atraso del otoño, porque entonces no quedaría otra opción que enfrentarse con lo que en este texto son meras palabras: envejecimiento, desunión, tristeza, resignación... Prometieron encontrarse cuando alcazaran la condición humana, seguras de merecer la cúspide de la locura y la fiebre.

No sabían, pobres hojas de Álamo, que el destino siempre es el mismo, que su historia resistirá lo que una estación del año aunque renazcan como humanos o como hormigas obreras.

1 comentario:

  1. Me gusta mucho, como los anteriores y está genial que vayas encontrando otras formas de expresar ese disconformismo que al principio se veía mas explícitamente. Veo que siempre está presente de diferentes maneras "la búsqueda de libertad y el placer", frente un mundo rígido que no quiere "dejar ser"...

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