miércoles, 10 de noviembre de 2010

XVII.

Andaba a paso sereno por la calle Gamarra cuando un soplo infrecuente sacudió mis cejas. En la primera intersección, una minúscula montaña de escombros interrumpía la solemne fisonomía de la vereda; restos de un banco energético, dicen los que saben, pues había almacenado la magia de todos los hombres que no jugaban a la escondida.

En los años dorados, fue la esquina portavoz de los desposeídos, espacio de rebeldía y romanticismo, manifiesto callejero y poesía barrial, lugar sin concesiones donde bullían los pensamientos del asfalto.

Frente a tan maravillosa expresión de algarabía, la reacción del intendente no se hizo esperar. Los vecinos aún recuerdan las palabras vociferadas en el acto del 18 de junio:

“El que aquí se detiene deja de lado sus obligaciones ciudadanas. Luis Guillón solo podrá convertirse en la ciudad cabecera del partido con trabajo, horas extras y cabezas gachas. No permitiré que en esta carrera al progreso ustedes terminen fuera del podio.”

Aplausos cerrados de los fanáticos y fin del acto. (Aunque el acto era lo de menos)

lunes, 1 de noviembre de 2010

XVI.

Corazón, sé que estás incrédulo
me doy cuenta por tu frecuencia impertérrita
las contracciones laxas no mienten

Es cierto que está nublado
que el amor anda un poco abatido
ayer se repite mañana, es cierto
sopla una ráfaga de mesura
y es difícil admitir que refrescó bastante

Corazón, sé que estás cansado
que los recuerdos sobran pero no alcanzan
esta tarde anunciaron por la radio
que aumentó la bolsa de insatisfacciones
en el mercado clandestino

Se aproximan buenos tiempos, creeme
¿podes aguantar con estas precarias bocanadas de esperanza?
no te olvides que hasta el acróbata
se aburre del equilibrio