jueves, 6 de octubre de 2011

XXXI.

Hay olor a mentira, a puesta en escena, a fábula incompleta y mal contada. Esto no puede ser la vida o, por lo menos, este martes no debería transcurrir así, tan indistinto, tan poca cosa. A lo lejos, una imagen se proyecta en el pizarrón verde. Verde la mirada de alguien que no está; verde el nacimiento de un árbol de limón; verde la yerba que compartimos, y qué pena que solo haya mate entre nosotros; verdes las palabras que viven en la punta de la lengua; verde la muerte de una tortuga; verde el deseo que enciende al rojo pasión y entonces otra vez verde, verde la satisfacción; verde la tierra ignorada por la cartografía; verdes los aplausos que almacena la palma de la mano; verde el alma de aquel que vive en una estrella, y juro que te busco en el cielo bonaerense pero verde la nostalgia; verde la esperanza de que alguien se levante del asiento para abrazarme bien fuerte, hasta saltar en pedazos.