miércoles, 28 de diciembre de 2011

No importa
la ropa
húmeda
si 
llueve
y no hay
secretos.
Está bien
pienso.
Que caiga
de una vez
y para 
siempre
lo poco
que queda.

jueves, 22 de diciembre de 2011

XXXIII.


Bajo el ombú de la plaza San Martín nace un túnel de amplias dimensiones. Se necesitan veinticuatro horas de caminata para llegar a la ciudad Villa de Mayo, réplica subterránea de Luis Guillón. A primera vista, la distribución de los edificios y la dinámica de sus instituciones se muestran fieles: cada domingo la parroquia recibe la ofrenda de los católicos; el árbitro del club vecinal sanciona las jugadas adelantadas; la estación cobra boleto, pago exacto por favor; los pequeños negocios lloran el olvido voluntario de los que sacan fiado. Una sola diferencia existe: los habitantes viven sin vestimenta alguna.
Quien transita el subsuelo cree haber encontrado al ser humano en sí mismo, despojado de mediaciones, lejos de todo perfeccionamiento y reglamentación. Sin embargo, los de abajo tampoco son felices. En Villa de Mayo el cuerpo desnudo no se cuestiona ni se discute si no hay conciencia de lo que significa la vestimenta. Las emociones del alma apenas se exhiben pues continúan cautivas en el disfraz de la propia piel.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

el arte de vomitar palabras (2)

Hombre 1: ¿Cómo anda la cosa?

Hombre 2: La cosa anda bastante bien. Lo que anda mal es el coso.

(Fuerte el aplauso)

jueves, 6 de octubre de 2011

XXXI.

Hay olor a mentira, a puesta en escena, a fábula incompleta y mal contada. Esto no puede ser la vida o, por lo menos, este martes no debería transcurrir así, tan indistinto, tan poca cosa. A lo lejos, una imagen se proyecta en el pizarrón verde. Verde la mirada de alguien que no está; verde el nacimiento de un árbol de limón; verde la yerba que compartimos, y qué pena que solo haya mate entre nosotros; verdes las palabras que viven en la punta de la lengua; verde la muerte de una tortuga; verde el deseo que enciende al rojo pasión y entonces otra vez verde, verde la satisfacción; verde la tierra ignorada por la cartografía; verdes los aplausos que almacena la palma de la mano; verde el alma de aquel que vive en una estrella, y juro que te busco en el cielo bonaerense pero verde la nostalgia; verde la esperanza de que alguien se levante del asiento para abrazarme bien fuerte, hasta saltar en pedazos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

el arte de vomitar palabras (1)

Medio día de un sábado aburrido.

Yo: Hoy me gustaría ser una estrella de rock para estar ocupada en la organización del recital de esta noche. ¿Ustedes qué quieren ser?

Mamá: Yo quiero ser una atleta.

Hermana: Yo quiero ser vos, porque no trabajas los sábados a la mañana.

martes, 27 de septiembre de 2011

XXIX.

Pudiste ser un país del primer mundo.
Sin embargo, te negaron el cielo cargado de bombas y promesas.
Te negaron las fronteras y la ubicación exacta de tus puntos cardinales.
Silenciaron el estruendo de cañones y los gritos que anticipan la caída.

Hoy se escucha un lamento humilde porque volves a sentirte islote.
Siempre al borde de la historia.
De los desterrados siempre mucho más cerca.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

XXVIII.

odio
la universidad
y la facultad de sociales

odio
a los estudiantes
a los intelectuales
a los comunicadores
a los periodistas
a las agrupaciones estudiantiles
en particular

odio
las frases viejas y copiadas
que repiten
repiten
repiten
repiten
repiten
repiten
repiten

odio
"la disputa de poder"
"el plan de estudio"
"el edificio único"
"la lucha simbólica"
"creemos que es necesario..."
"la izquierda independiente"
"el debate político"
"entendemos que es necesario..."

odio
el academicismo
y los textos rebuscados
que mi tía no entiende

¿a quién le importa mi tía?

nosotros
no somos el pueblo
nosotros
seremos licenciados
y mientras tanto
nos leemos entre nosotros
nos felicitamos entre nosotros
y debatimos a través de la Internet
que paga papá
nosotros somos los mesías de Marx
estudiamos a Gramsci
y no miramos a Tinelli.

jueves, 18 de agosto de 2011

XXVII.

Cada mañana estornuda tres veces seguidas y deja pasar el rato hasta que los bastones de moco le rozan el labio, entonces corre al baño a sonarse la nariz paspada a causa del papel higiénico berreta. La obra social no ofrece buenos alergistas pero ha gastado demasiados rollos de cocina, y de los buenos, esos que el supermercado nunca pone en oferta porque son los únicos que absorben completamente el aceite de las milanesas. Cocinaría hígado este medio día pero los chicos se resisten a probarlo porque creen que es comida de gato. Tener gatos agravaría su rinitis aguda.
Hace frío afuera de la cama, los estornudos le echan en cara la falta de estufa en el baño. Al ser un lugar de paso se siente con mayor intensidad la ventisca que genera el que se está yendo, principalmente cuando la familia es numerosa. Mejor se queda levantada, calienta el agua para el mate y prende un cigarrillo; la combinación ayuda a tomar decisiones en tiempos de incertidumbre, sobre todo hoy y cada mañana, y si no es hígado serán unos churrasquitos.

viernes, 17 de junio de 2011

XXVI.

Una armadura.

Una armadura y una circunstancia.

Una armadura, una circunstancia y una posición.

Una posición y una sentencia.


En otras palabras:

Mujer rubia,

encima de clase media.

viernes, 29 de abril de 2011

XXV.

Algunos días antes

Todavía vivo en la penumbra de una cápsula, inmóvil, hasta que el cuerpo adopte la estructura tripartita de cabeza, tórax y abdomen. Mientras espero que las condiciones ambientales se tornen favorables, acumulo proteínas, carbohidratos y unas cuantas expectativas. Esta fase de preparación me encuentra con la imaginación agudizada, pienso en el cortejo con las madreselvas y los jazmines,  en el color metalizado de las alas, en alguna innovadora trayectoria de vuelo…

Algunas horas antes

Nada extraordinario ha ocurrido después de salir del capullo. Allá quedaron, pisoteadas, cada una de mis esperanzas, y aunque el esfuerzo es grande, no consigo ir en contra de mi circunstancia biológica. Durante el día repliego las alas, de color pardo y apagado, para dormir en la humedad de los troncos. El polen de las flores tiene sabor a poco, lo único que me complace es la planta de tabaco, o la fruta podrida. Dicen que soy una de las plagas más destructivas, nunca fui bienvenida en los jardines vecinales porque atraigo a la muerte y a las almas oscuras, me acusan de ser un insecto de mal agüero.
Esperé en vano. Solo quiero que el mundo entero esté al tanto que las mariposas nocturnas no mueren de causas naturales.

viernes, 15 de abril de 2011

XXIV.

Rápido muchacho
que la arena cae deprisa
y los dedos se entumecen
de tanta voltereta.
Afuera
el flagelo de la inseguridad,
la creciente inflación
y el murmullo de la multitud
que se convierte en reclamo
para que maten a todos los vagabundos.
Adentro
se reanuda la cuenta
otra vez la arena
una nueva voltereta
y la tristeza de ser parte
del mismo infierno.

Rápido muchacho
que la adrenalina prescribe
y empiezan los recuerdos
a pisarme los talones.
Gira la rueda
y nada bueno hay adelante
si el futuro es la vejez,
la memoria erosionada
y tengo tanto miedo de olvidarte.
Por eso escribo.

jueves, 31 de marzo de 2011

XXIII.

Será porque el cielo
ofrece una tormenta intensa
de esas que sumergen veredas
y arruinan, con suerte, varios hipermercados.

Será porque invento una postal
pasada por agua
en la que flotan zapatos de taco aguja
pañales descartables
y flores de jacarandá.

Enfrente
unas cuantas vendedoras lloran
por "todo lo que perdimos"
por saberse despedidas
cuando no le alcanzan los ahorros
para cambiar la cortina del baño.
Que se metan las ofertas en el culo.

Será porque suena un tanguito olvidado
desde el tercer piso del municipio
y es imposible huir de la marcha sincopada,
pasos básicos con sacada y boleo.

Alguien se quita la ropa mojada
y flota con prudencia
esquivando a las abuelas que arrastra la corriente.
La desnudez pronto se contagia
y en un gesto de desahogo
uno a uno expone su ombligo graso,
los genitales febriles.
¡En tu cara Sr. Gigante!
venimos todos del mismo lugar...

... hoy no me molesta caminar hasta el trabajo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

XXII.

Me aburre saber que mientras fumo un torrente de palabras inundará la mollera mía, que correré a escribirlas, para mitigar la angustia de asumirme olvido y cadáver en las próximas generaciones. Me aburren las cosas que son como no fueron, los momentos libretados a pesar de las pequeñas novedades. En una sociedad organizada para eternizar las represiones, la felicidad es uno de los tantos pactos forzados, como vender tiempo de vida a cambio de un sueldo. Me aburre descubrir esos gestos de aburrimiento cuando te hablo de mi protesta y, para qué negarlo, a esta altura empieza a aburrirme la desesperanza generada por predicciones que se cumplen con puntualidad cristiana. Me aburre la experiencia cuando ahorra interrupciones; me aburre que hoy sea el eco de ayer, de mañana, de todos los días venideros, y así hasta el hartazgo o hasta que se tornen inútiles estos hábitos mentales y ganemos unos nuevos-reciclados. Entonces todo cambia para que nada cambie porque el mundo retoma su marcha, entre ideas clasificadas y tensiones aparentes.
Me aburre lo que escribo, siempre son las mismas ideas torpes las que me acercan al bostezo y a la nausea ontológica.

jueves, 27 de enero de 2011

XXI.

Sueño a veces con un barrio libre de nombre y habitantes.
La vista panorámica de un terreno mendigo se conecta con el primerísimo plano de una sabandija suicida.
Acorraladas por caminos fúnebres, cuatro esquinas resplandecen gracias a la luz de un espejismo: santos correntinos combinan en vasijas de plastina alguno de sus mejores detalles, hasta moldear la figura de un hombre bueno.
El hombre sonríe y un estruendo de tambores despeina mis trenzas paisanas; el show cosmopolita se vuelve malambo; las sábanas sustituyen su trama de hilo por caudales de agua clara.
El milagro de los santos excede apenas la vida de un relámpago, porque entre lamentos y zapateos, aureolas de ceniza borran definitivamente al hombre desnudo.
Entonces el reloj ladra y una nueva jornada se estrena.

sábado, 15 de enero de 2011

Estación Saladas

                                                                                                   Ser feliz es mi color de identidad
                                                                      Facundo Cabral


Que los mosquitos, las víboras, las arañas... Que no hay baño como la gente, que el calor, que las paredes de barro y el piso de tierra... Así hablan, hermano, desde el estrado del desconocimiento, los que no están dispuestos a la sorpresa. Repiten un mensaje masticado, ahogados por publicidades superlativas y electrodomésticos último modelo, todos los soldaditos ciudadanos que apenas recuerdan dos destellos vintage de su prehistoria.
Aquí hay encuentro, hay comunión con lo de afuera; el monte virgen y yermo vuelve el aire respirable y claras las ideas, aquí es fácil darse cuenta que somos nosotros aquella mitad que le hace falta al medio ambiente. Cómo detallar, hermano, estas impresiones frescas y vitales; basta con decir que todavía no me fui y ya tengo ganas de volver.