sábado, 11 de agosto de 2012

La altura del sol es despreciable todavía pero ahí están: filamentos violetas, cedidos por una mariposa que vuela y afirma su soberanía. La voluntad del viento los amontona, los superpone, inventa garabatos, y si la inspiración es profunda, como en la mañana de hoy, resulta un sonido espeso, parecido al gemido que hace la tierra cada vez que es penetrada por una lombriz.
Falta poco para que la mariposa, estremecida por el ruido del tren de la primera hora, se pierda entre flores lavanda. Observen, porque está sonando la bocina, claxon, vibración, estruendo y se termina, mariposa, sol y viento. Ausencia.

... en el último vagón, una mujer lee poemas de primavera. Tiene ganas de escribir sobre el vuelo violeta de algunos insectos pero no puede. Siente que ya está todo escrito. 

miércoles, 29 de febrero de 2012

El polvo abraza los pantalones estampados, sin encaje ni puntilla. El polvo abraza el escobillón de tasa negra y base de plástico. El polvo abraza la manguera de riego y desagote de cuatro kilos por dos centímetros. El polvo abraza el pelo corto de una mujer de cincuenta mientras barre las hojas muertas que se pegan al asfalto. 
El cuerpo se acostumbra a sostener con la mano derecha la parte superior del cepillo. El cuerpo se acostumbra a colocar el palo en un ángulo aproximado de cuarenta y cinco grados respecto al suelo. El cuerpo se acostumbra a los pantalones estampados, al escobillón de tasa negra, a la manguera de riego, a la muerte de las hojas. En cada muerte un bostezo prolongado, un pedazo de algo que se escapa y la esperanza extrema de conseguir relevancia poética en toda repetición.