miércoles, 29 de febrero de 2012

El polvo abraza los pantalones estampados, sin encaje ni puntilla. El polvo abraza el escobillón de tasa negra y base de plástico. El polvo abraza la manguera de riego y desagote de cuatro kilos por dos centímetros. El polvo abraza el pelo corto de una mujer de cincuenta mientras barre las hojas muertas que se pegan al asfalto. 
El cuerpo se acostumbra a sostener con la mano derecha la parte superior del cepillo. El cuerpo se acostumbra a colocar el palo en un ángulo aproximado de cuarenta y cinco grados respecto al suelo. El cuerpo se acostumbra a los pantalones estampados, al escobillón de tasa negra, a la manguera de riego, a la muerte de las hojas. En cada muerte un bostezo prolongado, un pedazo de algo que se escapa y la esperanza extrema de conseguir relevancia poética en toda repetición.

1 comentario:

  1. Me sonó a una gasolinera atendida por una "jovata" todos los días tenía que hacer lo mismo, y el único deseo que tiene, que es el mismo que el de "la mujer de las Heras", es que alguien le llegue a cargar algo (no necesariamente gasolina) y le pague, además del efectivo, con una sonrisa, un saludo o un gesto al menos; distinto al de las 24 hs anteriores.

    PD (a la autora): Avisale a la sra. de las Heras que escribiste una poesía pensando en ella, y que en los próximos 5 años la verá publicada en algún pobre libro de poesía.

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