martes, 21 de septiembre de 2010

XIV.

Mire a estribor:
una historia paralela
se desarrolla
instantánea

Usted claro no sabe
este tipo de cosas
no se cuentan en la infancia
y después es tarde
para creer semejante disparate

Mire a babor:
las artesanías priman
sobre el mundo del supermercado
y agonizan las estanterías
                                  el packaging
                                                  los códigos de barras
por supuesto
a nadie le importa
excepto al fantasma de Frederick Taylor

mueren los contribuyentes
                                     los clientes
                                                   los consumidores
el pueblo es sencillamente pueblo
el pueblo es principalmente pueblo

las parejas intercambian
fluidos de estrellas
cielos azules terciopelo
y hay entregas inmediatas
de soles
          néctar
                 margaritas

usted por ejemplo
tiene ganas de todo
incluso de enfrentar
el miedo a lo desconocido

Despabílese
que la calma
se vuelve taquicardia

miércoles, 8 de septiembre de 2010

XIII.

Esta es la historia de dos hojas de Álamo que brotaron en el mismo segundo y con la asombrosa habilidad para hablar el idioma de los Populus. Desde su florecimiento conquistaron el vicio de criticar a los Geranios, por su categoría de arbustos y su baja autoestima vegetal (prefieren las macetas que el suelo húmedo). Coincidían en que el canto del Pinzón Cebra era ideal para las mañanas de excesivo rocío, y que el maullido de los gatos blancos funcionaba como analgésico para conseguir un sueño profundo. De vez en cuando pedían al viento que fuera más caprichoso y menos intermitente, así eran posibles las caricias y el goce del Álamo entero, porque el éxtasis de las hojas hacia centellear el blanco plateado de todas las demás, envolviendo al jardín en una etérea sinfonía. Otras veces suplicaban el atraso del otoño, porque entonces no quedaría otra opción que enfrentarse con lo que en este texto son meras palabras: envejecimiento, desunión, tristeza, resignación... Prometieron encontrarse cuando alcazaran la condición humana, seguras de merecer la cúspide de la locura y la fiebre.

No sabían, pobres hojas de Álamo, que el destino siempre es el mismo, que su historia resistirá lo que una estación del año aunque renazcan como humanos o como hormigas obreras.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La explicación del post anterior o la explicación de lo inexplicable

"No subiste nada" me dijo uno por ahí, "empezá a usar la imaginación" le contesté casi indignada.

La ecuación es simple: si no tuviera nada para decir, no habría hecho el post. Lo lamento por aquellos que esperaban una frase entre paréntesis, pero en este caso las palabras se las dejo a la academia.

¿Cómo explicar la alegría de vivir en un barrio, sin edificios longos que transformen la noche en un rectángulo y la luna en un mito? ¿Cómo explicar la confusión de no saber si te extraño porque te extraño o porque ya se me hizo costumbre, una linda costumbre, como fumar después de las doce cuando todos duermen? ¿Cómo explicar el fastidio de pensar en títulos o de saber que es domingo, aunque el problema no sea el domingo? ¿Cómo explicar la excitación de elegir un poema que no voy a leer, solo porque busco prolongar la curiosidad y el encanto? ¿Cómo explicar el cansancio de la rutina o el miedo a que el método deje de producir incomodidad y se convierta en directriz irrefutable? ¿Cómo explicar la adrenalina abdominal que producen algunos encuentros, o el terremoto que no contengo cuando me concentro en un ángel bandolero con luz, mandamientos y alas violetas? ¿Cómo explicar el rechazo a las generalizaciones, las preguntas que empiezan con cuanto, las mujeres que dicen es un divino, los que no hacen ruido de beso cuando saludan...?

A veces no encuentro las palabras justas. O no existen.