lunes, 9 de agosto de 2010

V.

El hombre de corbata gris descubrió con indignación que su vuelo se había demorado una hora cuarenta y tres. Maldijo a la aerolínea en cuestión y se desplomó en los asientos ubicados a la izquierda, con la esperanza de encontrar en sus archivos memoriales alguna anécdota festiva para soportar la ansiedad de la espera.

El avión que trasladaba a la mujer de sombrero blanco arribó veintiseis minutos antes. Estaba resuelta a mentir sobre los motivos que la arrastraban a Buenos Aires, la verdad lisa y llana es aburrida, para aquellos que la cuentan y para el resto que escucha. Se sentó a esperar la llegada del auto de patente capicúa.

El aroma a dólar de la mujer de sombrero blanco interrumpió la tarde de golf del hombre de corbata gris. Simulando desinterés miró los tobillos finos y las uñas esculpidas. Pensó en invitarla al bar del segundo piso, "con certeza prefiere el café negro y sin azúcar; vive en el extranjero, pero estoy dispuesto a radicarme en otro país si me lo pide; le gusta Benedetti, `mi táctica es mirarte, aprender como sos´, ¿asi decía?; el sábado vamos al cine, están dando una de James Cameron; quizá el teatro sea más apropiado, hay una obra sobre Discépolo en cartel; me gustaría tener dos o tres hijos, un perro labrador y un chalet de ventanas amplias; en el primer aniversario le voy a regalar un vestido de raso azul para que lo pueda combinar con esos zapatos de taco aguja..."

Mientras él abusaba de las conjeturas, ella se alejó del aeropuerto con un armonioso movimiento de caderas.

Otro desencuentro en la vida del hombre de corbata gris. Sin embargo, no estaba desilusionado. Lo aterraba la posibilidad de descubrir que a la mujer de sombrero blanco le gusta el café cortado

2 comentarios:

  1. Y cuando pasó el tiempo, alguien se preguntó a dónde fue a parar Natalio Ruiz, el hombrecito de la corbata gris. A este post, pues. Saludos.

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  2. Natalio Ruiz tenía el sombrero gris, no la corbata, pero presumo que este es un detalle menor que puede dejarse de lado.

    Lindos escritos, Nadia. Aunque algo escondida su autora, para mi gusto.

    Saludos,

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