jueves, 5 de agosto de 2010

I.

Liberar los talones del asfalto y desprenderse de las ataduras impuestas no es tarea sencilla... Vale la pena intentarlo... Cerramos los ojos y cedemos ante la voluntad del exterior que se hace humo... Lo fumamos en un suspiro... Imaginamos una canasta y en ella acumulamos frustraciones varias, dos o tres desamores, perdones que nunca llegaron a aforismos, porquerías libidinales inconcebidas, voces cargadas de juicios incoherentes, oportunidades desatendidas... Debemos pesar muchos kilos menos... Comenzamos a subir... No hay bombas molotov, ni alaridos fúnebres, ni trenes fuera de servicio, ni ringtones púberes, ni incendios que asfixiar... Un árbol... De lejos, apenas perceptible, la melodía de un sicus... El ritmo de nuestra respiración no coincide con la caminata carcelaria de aquellos oficinistas... Un pájaro... Los pensamientos se zambullen en un flujo continuo, dialogamos sobre cosas indecibles, desistimos de todas las palabras sacralizadas y los tópicos sobre los que conviene hablar... Trance hipnótico, cuerpo autónomo, soberanía individual... La lluvia corroe los reglamentos estacionales... Carcajadas... Un observador atento no dudaría en tildarnos de "locos lindos", así sentados en las raíces de un sauce; pero la adultez y la métrica cotidiana nublan de a poco los sentidos... Logramos entenderlos... No está permitido abandonar la vorágine y pausar el video clip, porque la cosa no funciona sin anestesia y status quo... Si se detienen como nosotros, piensan; piensan y abren los ojos; y preguntan; y cuestionan; y dudan; dejan de ser naturaleza muerta de exposición para convertirse en modelo vivo de vanguardia expresionista; y eso es poco serio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario